Los primeros pasos del bebe
Los primeros pasos del bebe marcan una nueva de como su hijo ve el mundo y como va interactuar con el, es importante brindarle siempre la seguridad y la motivación para que su proceso de desarrollo se lleve de forma correcta.
La adquisición de la marcha autónoma aparece en el período de edad comprendido entre los 12 y los 18 meses, no existiendo un único momento para todos los niños, ya que depende de su ritmo de maduración por un lado, y de la estimulación y ganas de desplazarse del propio niño por otro.
La correcta alimentación y condiciones físicas necesarias, así como la afectividad y el refuerzo de los padres, también son básicas para que el niño avance en su evolución, intentando siempre demostrar de lo que son capaces.
Es importante procurar que en su tentativa de andar no tenga una caída brusca que le asuste y le retraiga en sus nuevos intentos, pero si ha ocurrido, lo mejor es no darle importancia y ponerlo a andar inmediatamente. Si notamos que tiene miedo, será conveniente ir poco a poco, ofreciéndole ayuda en todo momento hasta que ya no sea necesaria.
Si el niño gatea, se levanta, se desplaza autónomamente, pero sigue sin andar después de los dieciocho meses, conviene repasar todo lo anteriormente dicho y consultar con un especialista a fin de descartar alguna problemática física que impida la realización de la marcha de forma natural.
En cualquier caso y salvo prescripción especializada, podemos ayudar a los niños teniendo en cuenta las siguientes sugerencias y formas de actuación:
Sugerencias a los padres:
- El niño puede jugar solo y espontáneamente con pelotas y juguetes, pero disfrutará mucho más si juega junto a alguien.
- Antes de que llegue a caminar, puede disfrutar de juguetes con soporte (correpasillos), para que, al empujar, se muevan lentamente. Los juguetes más pesados para empujar son muy útiles porque pueden reclinarse sobre ellos e ir perdiendo el miedo.
- El niño se acerca cada vez más a dar sus primeros pasos con ayuda; hasta que llegue a caminar pasará por varias etapas, desde que lo sujetamos con ambas manos para que esté en equilibrio, hasta que una sola mano es suficiente y poco a poco sólo nuestra presencia le animará a desplazarse de pie.
- A esta edad no sólo necesita explorar y experimentar, también necesita el reconocimiento de su éxito. Su maduración como persona depende de su autoestima, la cual hay que alimentar positiva y constantemente.
Sentirse querido, atendido y escuchado es tan necesario como el alimento, el sueño o el paseo. Los padres y educadores tenemos la responsabilidad de hacer que el niño sea un niño feliz y de ayudarle en su aprendizaje.
Independientemente de todo esto, es preciso tener en cuenta las siguientes formas de actuación.
- Acariciar sus pies, jugando con los dedos.
- Tocarle la barriguita y el pecho cuando esté desnudo y que movilice piernas y pies.
- Reaccionar juntos, ante su imagen reflejada en un espejo con gestos, risas, muecas, movilizaciones de piernas y pies… así se dará cuenta de que tiene un cuerpo propio y de que sus movimientos son exclusivamente suyos. Todos estos conocimientos que va adquiriendo le ayudan a reforzar su identidad.
- Animarle a mover el cuerpo con deseos de bailar, cuando suene la música con diferentes ritmos de canciones infantiles conocidas.
- Proporcionarle libertad de movimientos, siempre bajo control y vigilancia.
- Practicar con el niño ejercicios suaves de flexión y extensión de piernas, brazos y todo el cuerpo, para fortalecer su musculatura y mejorar el control físico sobre sí mismo.
- Sentar al niño de forma que su espalda quede sujeta a la pared, con las piernas extendidas en forma de “uve”, aumentando progresivamente el tiempo de permanencia en esta posición.
- Ayudarle a permanecer sentado en distintos sitios: taco, silla, taburete… con los pies apoyados en el suelo.
- Favorecer el desarrollo de los reflejos de protección (echar las manos al suelo para protegerse y/o no caer), ante las caídas hacia los lados y hacia delante.
- Dar pequeños empujoncitos a ambos lados de su cuerpo y hacia atrás para que tenga que apoyar una mano en la pared que le sujete y mantenga en equilibrio.
- Poner al niño de rodillas, impulsándolo hacia el suelo, de forma que apoye las manos para no caerse. Si no lo hace por sí solo, le sujetaremos los brazos extendidos a la altura del codo y se los lanzaremos hacia delante.
- Tomar al niño por las axilas de pie, para que dé pasitos, elevándolo ligeramente por una axila para que apoye su peso y levante el otro pie hacia delante.
- Mantener al niño de pie cogido a un mueble, pidiéndole que alcance un objeto situado en el mismo.
- Poner al niño de pie frente al adulto, que se situará delante de él agachado con un juguete en la mano; lo animaremos para que se acerque hacia nosotros a traernos el juguete.
- Una de las mejores formas de incitar al niño a que se ponga de pie y camine es echar carreras con él. Marcar un punto de salida del que debéis partir los dos y una meta que no esté muy lejos; colocarse de rodillas con él en la línea de partida; gritar: “preparados, listos, ya” y comenzar la carrera. Al principio el niño correrá a gatas, pero pronto querrá ganar.
- Animar al niño a sujetarse sobre una silla, apoyando el peso sobre las dos piernas y agarrándose con cuidado. No perderlo de vista mientras se mueve tanteando el terreno y alabar los esfuerzos que realiza. Si se niega a moverse, ayudarle con pequeños empujoncitos hasta que intente iniciar un pequeño desplazamiento. Pedirle que alcance un juguete situado al otro lado de la mesita. Se caerá muchas veces, pero, si no se asusta demasiado, lo volverá a intentar, olvidándose temporalmente del gateo.
- Celebrar los movimientos correctos que den respuesta a las peticiones del adulto.
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