Importancia del gateo en el desarrollo del bebe
La primera actividad funcional de movilidad del bebe es el arrastre, es aquí donde aprende a transferir su peso entre las manos, el vientre y las rodillas, pilar básico para el desarrollo del gateo.
Aprender a gatear es una etapa específica del desarrollo psico‐motor del niño. Este periodo lleva implícito el descubrimiento de todo un mundo de sensaciones que todos los niños deberían experimentar.
Cada niño lleva su propio ritmo de desarrollo en el que influyen diversos factores como peso, predisposición genética o fuerza muscular. Debemos darle tiempo y ofrecerle la posibilidad física y las condiciones de espacio para que pueda desarrollarlo y practicarlo.
Este proceso se puede iniciar entorno a los 7/8 meses para finalizar entre los 11/12 meses de edad.
Son muchas las razones por las que debemos fomentar el gateo en los niños, aporta beneficios a nivel, anatómico, motor, sensitivo, neurológico y de autonomía.
- Desarrolla el patrón cruzado que es la función neurológica que hace posible el desplazamiento corporal en equilibrio. Este movimiento comprende el eje de las caderas y los hombros. Al gatear se tonifican los músculos de los brazos, piernas, espalda y cuello y maduran las articulaciones, que más adelante permitirán al niño mantener la columna recta en bipedestación.
- La actividad de gatear, proporciona al niño mayor capacidad respiratoria, que aumenta la oxigenación de su cerebro y facilita sus primeros balbuceos.
- Interconecta los hemisferios cerebrales, como consecuencia del desarrollo del patrón cruzado de desplazamiento corporal y equilibrio, que requiere la utilización coordinada de ambos lados del cuerpo. Importante también en actividades como saltar o montar en bici.
- Estimula el enfoque visual y la coordinación manual, ayudando al desarrollo correcto de la visión. El niño se desplaza cuando desea coger algún objeto que le interesa y para ello ha de poner en marcha un proceso de coordinación óculo-manual.
- Práctica la focalización, adecuando las distancias de los objetos, cerca-lejos.
- Estimula la convergencia y la acomodación ocular de cerca, que permiten saber a que distancia está un objeto y focalizarlo correctamente, clave para la lectura.
- Ejercita su visión binocular, el cerebro utiliza las imágenes que recibe de cada uno de los dos ojos y las fusiona en una sola imagen más completa.
- Potencia la visión periférica, que es la que nos permite orientarnos en el espacio, informándonos de los movimientos en el entorno.
Desarrolla la percepción temporal y espacial, al descubrir con su cuerpo los conceptos de velocidad y distancia, enseñándole a medir el mundo que le rodea. - Colabora en el desarrollo de la planificación motora, al exigir al niño que se organice para conseguir las cosas y alcanzar determinadas posiciones. Fundamental en la futura ejecución de habilidades motorices como subir escaleras o saltar.
- Desarrolla la estabilidad de los hombros y experimenta la sensibilidad táctil en las palmas de las manos y los dedos, controla la presión de su mano y recoge constantemente información que prepara la mano para posteriores actividades de mayor destreza manipulativa, como coger un lápiz.
- Estimula la conciencia corporal y espacial, pues el niño se desplaza por distintos lugares, aportándole información sobre el tamaño y ubicación de su cuerpo en el espacio, conceptos importantes en el aprendizaje de la lecto-escritura y las matemáticas.
- Desarrolla el sistema vestibular y el sistema propioceptivo, ambos nos permiten saber dónde está cada parte de nuestro cuerpo.
El niño que ha gateado aprenderá de forma natural a sentarse sólo y a volver al suelo y reptar cuando lo desee. Por tanto, el gateo le permite desplazarse a su antojo, decidiendo donde quiere ir y a que estímulos quiere dar respuesta.
Moviéndose, obtendrá nueva información que captará con todos sus sentidos y eso consolidará las bases que le permitirán después manejar el espacio mentalmente cuando tenga que resolver rompecabezas o identificar la dirección en la que se trazan las letras.
Esta libertad de movimientos despertará su inteligencia, dado que le proporcionará los primeros problemas a solucionar: cómo hacer para pasar por sitios estrechos o difíciles, como trepar para conseguir un juguete o como organizarse para llegar a bipedestación.
Además de ayudar en la maduración del tono muscular, el gateo permite al niño entrenar los reflejos de caída que le librarán de muchos golpes cuando comience a andar.
El control del gateo que, en un principio requería toda la atención del niño, pasará a través de la práctica, a un control automático. De este modo, dispondrá de más recursos para que su cerebro pueda prestar atención a otros estímulos como, lo que hacen otros niños, buscar un juguete o reaccionar de forma rápida ante situaciones nuevas e inesperadas o para evitar un golpe. Los errores que cometa se traducirán en sustos o caídas que ayudarán a ajustar los movimientos de forma más precisa en el futuro.
Por último, con el gateo, el niño conquistará la independencia física de mamá y comenzará a sentirse libre emocionalmente. Ya no necesitará siempre que le alcancen las cosas que desea investigar y presentará más autonomía, más actividad y mayor iniciativa.
Aprender a gatear, a trepar hasta ponerse de pie y andar requiere el desarrollo de una serie de habilidades que suponen para el bebé el reto de aprender a dominar su cuerpo, conocer su entorno y desarrollar su inteligencia. No le prives de este placer y tírate al suelo a disfrutar con él.
Centro de Terapias Infantiles Peñalara
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